Ducha diaria en Marte

…parece que huelo como una mofeta, con los calcetines sudados y que se acaba de cagar.

Este es el día más feliz de mi vida.

(Líneas finales de la novela El marciano, de Andy Weir)

Pensemos la siguiente cuestión: si por un accidente te dejasen tirado, solo en el planeta Marte durante meses, con los escasos medios que tu ingenio y tu voluntad te faciliten para prolongar una improbable supervivencia y un eventual (y aún más improbable) regreso a la Tierra, ¿sería la ducha diaria una de las actividades vitales que te preocuparía?

Es cuestión ya muy tratada en medios divulgativos la frecuencia de limpieza corporal que pueda ser idónea para la salud. También es de gran interés encontrar la más recomendable rutina de higiene para los niños. Las informaciones suelen enfocarse desde el punto de vista del posible exceso de lavado y los problemas dermatológicos que conlleva la ducha diaria. Aquí vamos a tratar el tema del hábito de higiene desde el reverso: qué le pasa a la piel cuando la frecuencia es nunca. Interesante situación extrema para la que tomaremos como ejemplo la reciente película Marte (The martian), que trata de los denodados esfuerzos y la inquebrantable moral para sobrevivir de un astronauta que queda abandonado en ese planeta.

Hacia el final de la película, en un breve plano se ve que el protagonista (Matt Damon) presenta lesiones en la piel del tronco, lo que ocurre cuando ya lleva muchos meses en Marte. El cine no suele retratar las afecciones de la piel, pero en este caso el detallismo y la minuciosa explicación de los fundamentos técnicos de cuanto sucede, son virtudes de una película de ficción científica que gustaría llamar futuro-realismo.

La novela de Andy Weir, El marciano (1), parte de la premisa de que las situaciones que se suceden en la historia tienen un fundamento científico; esto fue parte del inicial éxito que tuvo en comunidades de internet, que seguían en suspenso el día a día de la lucha por la supervivencia del terrícola desterrado (en su primera primera publicación la historia apareció como folletinescas entradas de un blog). Logró la novela una sensación de realidad mediante la acumulación de “hechos” que son científicamente posibles. Materia distinta a la que nos ocupa aquí es la de los méritos cinematográficos de la película: creo que estos decaen por adaptarse a los previsibles convencionalismos de una producción comercial, y no logra explotar a fondo las posibilidades de verter en un guión las angustias por seguir vivo narradas en el libro, ni consigue trasladar la impresión de historia fragmentaria compuesta por los testimonios de un diario. Pero volvamos a la dermatología, al padecimiento que se vislumbra en la piel del astronauta y su posible explicación:

¿Qué causó las lesiones cutáneas en el cuerpo del astronauta?

El protagonista se quita el traje de astronauta y vemos que en la parte superior del tronco tiene en la piel múltiples lesiones rojizas de varios centímetros. No se da una explicación en la película, y tampoco aparece esto en la novela, creo que la idea puede haber estado fuera del guión inicial, quizá como una decisión del director Ridley Scott. Y me parece un acierto expresivo: dejar sin explicar esta muestra visual de sufrimiento (casi como estigmas). Por cierto, en la anterior película de Scott, Exodus, también una enfermedad dermatológica fue elemento cinematográfico, como ya fue tratado aquí.

Pero como nos gustan las explicaciones, y se nos dijo que cuanto acontece en esta historia había de tener un plausible sustento técnico, indagaremos la causa del problema cutáneo mostrado. Después de pasar meses en un reducido habitáculo en Marte, las posibles causas de las alteraciones cutáneas que se nos muestran podrían ser:

  • Déficit de vitaminas: habría que descartarla si aceptamos, como nos dice la historia, que el astronauta dispone de suplementos vitamínicos y que el problema alimentario que enfrenta es obtener suficiente ingesta calórica. Pero sí hay que decir que el déficit de varias vitaminas puede manifestarse en la piel de distintas formas, aunque la imagen cutánea que nos muestra la película no parezca compatible con ninguna de ellas. Así, una intensa sequedad cutánea la produce el déficit de vitamina A y de biotina; la pelagra por déficit de niacina se manifiesta también en parte superior del tronco; si las lesiones fuesen equimóticas podríamos pensar en déficit de vitamina C o K; lesiones con hiperpigmentación pueden producirse por déficit de ácido fólico o de cianocobalamina.
  • Factores físicos. Un evidente riesgo para el astronauta es el de la exposición a la radiación espacial (Marte no dispone apenas de atmósfera protectora). Aunque habría que suponerle protegido de los rayos cósmicos por el traje y los habitáculos en los que pasa el tiempo, la exposición aguda a radiación ionizante produciría alteraciones cutáneas graves, dentro del conocido como síndrome de irradiación aguda.
  • Lesiones y úlceras por presión causadas por excesivas horas con el traje espacial. Lógicamente, también podrían ser simples contusiones recientes.
  • Enfermedad preexistente en el historial clínico del astronauta, quizá la más probable un brote de dermatitis atópica.
  • Causa infecciosa: una infección cutánea por hongos se ve favorecida por la nula higiene.
  • Irritación y dermatitis por uso prolongado de traje y falta de limpieza.

Creo que esto último es la principal causa de la dermatosis marciana: la escasez de higiene que propicia la posibilidad de una dermatitis de contacto irritativa (y también alérgica) causada por la prolongada inactividad y sobreuso del traje espacial. También hay que contemplar que meses sin higiene exponen a la piel a enfermedades infecciosas, y tampoco podemos descartar cierto grado de desnutrición como causa.

¿Está previsto un cuidado de la higiene para los astronautas?

Efectivamente, se ha desarrollado una ciencia llamada higiene astronaútica, que trata sobre la prevención de los riesgos para la salud en el espacio; estos riesgos pueden ser físicos, químicos, microbiologicos y psicológicos. (2). En general, la limpieza de la piel en ambientes de microgravedad se realiza mediante paños húmedos enjabonados.

¿También hay habitantes de la Tierra que pasan meses sin lavar?

Por falta de recursos o de costumbre o por opción naturista radical… incluso entre gente con altas responsabilidades y contacto social frecuente (léase la biografía de Steve Jobs de Isaacson (3)). Todos hemos comprobado que el uso social de la ducha diaria puede ser transgredido. Pero también hay que recordar que el uso social no siempre fue la ducha diaria.

Aunque hoy nos cueste creerlo, hasta bien entrado el siglo XX no se generalizó el lavado completo del cuerpo. Históricamente el lavado corporal era considerada una actividad debilitante o sencillamente inmoral (4). Existe el registro de reyes franceses que no se lavaron nunca, y es historia que Isabel la Católica hizo la promesa de no lavarse hasta reconquistar Granada, lo que ocurrió un año después. Si esto hacían los reyes, puede uno imaginarse la situación entre el pueblo común.

Incluso en nuestros días, y desde un punto de vista sociológico, se ha comprobado que existe una gran variación en  la frecuencia de ducha entre los distintos países (5).

¿Ducha diaria? ¿Cuál es la frecuencia idónea?

Dejando aparte la innegable función social del lavado (puesto que no vivimos solos en Marte), no puede responderse a esta pregunta de forma general. Habrá que considerar la edad, las condiciones de salud, la actividad física… Aunque los riesgos del exceso de agua son en nuestro medio los más frecuentes, la falta de higiene supone (por definición de la palabra higiene) aumentar otros riesgos. También son endiabladas preguntas dermatológicas  las de la frecuencia del lavado del pelo y la cara, y las dejaremos para otro día.

Para ejemplificar cómo la frecuencia del agua sobre la piel puede resultar crítica mencionaremos algunos casos particulares en que hay que individualizar los cuidados de la piel: la dermatitis atópica, las dermatitis de las manos, los estados descamativos, distintas úlceras cutáneas, el pié diabético y el lavado de las manos en el personal sanitario.

La frecuencia del lavado de los niños es distinta según su edad. Para los niños en los primeros meses no hay una norma clara, pero el baño diario no es necesario (dos o tres veces a la semana bastarían) y con posterioridad también puede bastar dos baños semanales, y adaptarse a la suciedad presente.

REFERENCIAS

1- Weir Andy. The martian. Random House, New York. 2014

2- Cain JR. Astronautical Hygiene. A new discipline to protect the health of astronauts working in space. JBIS 2011; 64: 179-185   http://www.jbis.org.uk/paper.php?p=2011.64.179

3- Isaakson Walter. Steve Jobs: La biografía. Debate, Barcelona. 2011

4- George Duby, Philippe Aries (Eds). Historia de la vida privada. Tomo 5: De la primera guerra mundial a nuestros días. Taurus, Madrid. 1989

5- How often people in various countries shower. The atlantic.com 

http://www.theatlantic.com/health/archive/2015/02/how-often-people-in-various-countries-shower/385470/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *