Cleopatra médica

Variopinta es la motivación que inspira este comentario. Hay tres motivos: Primero, ayer tuvo la Filmoteca de Cantabria el buen gusto de servirnos el visionado de la magnífica Cleopatra de Cecil B. DeMille (1934). Segundo, es el día de la mujer. Tercero, el último número de la revista dermatológica JAMA Dermatology comenta brevemente el destacado lugar de Cleopatra en la historia de la dermatología.

Mitos y verdad histórica

La cristalización de los estereotipos históricos, más aún en el caso de personajes de la antigüedad, difumina la verdad y añade elementos de falsedad interesada. Es hora de divulgar una imagen de la última reina de Egipto que valore la complejidad del personaje y sus méritos. Como la historia la escriben los vencedores se comprende que el tópico de Cleopatra como seductora, la perdición de los grandes hombres en los dos triunviratos de la república romana, debe mucho a la inquina que los romanos tenían hacia la extranjera de Oriente a la que nunca aceptaron como compañera de César (Cleopatra estaba con él en Roma en los idus de marzo y tuvo que huir cuando fue asesinado), y sería posteriormente la facción del poder político de Roma que prevaleció (el futuro emperador Augusto) la que la derrotó junto a Marco Antonio. Gran parte de la idea generalmente aceptada sobre Cleopatra la debemos a Plutarco, que parece ser que no era un simpatizante de la misma.

Estadista y científica:

El gran poder dramático de la historia real de amor y ambición política Cleopatra-Marco Antonio (un filón explotado desde Shakespeare hasta Hollywood) ha eclipsado los méritos personales de Cleopatra VII, que son fundamentalmente los de estadista gobernante de un gran reino, diplomática (su gran ambición era entronizar al hijo que tuvo con César como sucesor de éste y unificador de un imperio egipcio-romano) y jefa militar y naval junto a Marco Antonio. Pero, además, encontramos el nombre de Cleopatra como autora de uno de los textos médicos pregalénicos llamado Cosmética (A history of medicine: Roman medicine, Plinio Prioreschi); en los fragmentos que se conoce figuran tratamientos cosméticos para el cabello y la alopecia. Aunque es debatido si fue realmente ella la autora del texto, o fue obra de otro autor bajo su nombre, sí parece que la exigente educación de Cleopatra incluyó el conocimiento de la medicina de su tiempo, la medicina alejandrina.

La cosmética en la historia:

También es interesante pensar en el choque cultural Oriente-Occidente en cuanto al empleo de cosméticos que seguramente ocurrió entre la corte de Cleopatra y la sociedad romana. En las culturas orientales los cosméticos tenían un sentido espiritual y curativo, eran empleados en todas las edades y sexos, su uso cotidiano  trascendía a su mera aplicación con finalidad estética. Ya tratamos en otra parte la importancia teológica de la cosmética en la Biblia. Pero los romanos estaban menos acostumbrados a la cosmética, incluso el empleo de cométicos con finalidad estética encontraba reticencias. Los enemigos romanos de Cleopatra encontraron también en ello una manera de infamar a la Reina.

Cleopatra y el cine:

Las películas sobre Cleopatra suelen ser nuestro primer acercamiento a la figura histórica. A pesar de todos los excesos hollywoodienses y de un dudoso rigor histórico sirven para comprender que en un momento decisivo de la historia una mujer tuvo protagonismo crucial. Muestro en orden una sucesión de actrices que han encarnado a Cleopatra, comenzando en la época muda con el escándalo que causó Thea Bara (Cleopatra, 1917), y continúo con nombres tan fabulosos como Claudette Colbert (Cleopatra, 1934, en la que la espectacularidad marca de la casa de Cecil B. DeMille logra impulsar un drama íntimo), Vivien Leigh (César y Cleopatra, 1945), Sofia Loren (Las noches de Cleopatra, 1954) y, por supuesto, la ya canónica interpretación de Elisabeth Taylor en el genial mastodonte de Mankiewicz (Cleopatra, 1963)

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