Dermatología y plagas
La película y las plagas: Habrá que reconocerle al competente Ridley Scott el valor de haberse atrevido a actualizar para nuestro tiempo y nuestra chavalería el cine veterotestamentario. Una vez...
Dermatólogo. Alergólogo. Estética-----Igualatorio--C/Castilla 10, Bajo. Santander, Cantabria. PIDA CITA
Atentos a esta escena de Birdman (aunque no analizaré aquí la película con el guión más inteligente de las que he visto esta temporada, he publicado una reseña en Internet Movie Database): el personaje interpretado por Edward Norton, que se presenta en la película como un actor de teatro que vive con una extremada exigencia su profesión y con un comportamiento muy excéntrico, es mostrado en su camerino tumbado en calzoncillos en una cama de bronceado por radiación ultravioleta y con un libro de Borges. La situación resulta intencionadamente grotesca porque le sorprende de esta guisa el cabreado director y también protagonista de la representación que están ensayando. La explicación que el actor había dado al encargar esta cabina ultravioleta es que la necesitaba en su proceso creativo para encarnar su personaje de una obra de Raymond Carver, ya que trata de paletos pueblerinos del sur de los Estados Unidos, los denominados “cuellos rojos”.
… He says it`s for his character.
Carver`s red necks, “people of the
land”. Part of his process and that
shit.
Por cierto, también es interesante la procedencia dermatológica de esta expresión. Red necks es un término peyorativo para la clase trabajadora de blancos del sur de los Estados Unidos. Una de las explicaciones al origen de la denominación está en que durante las hambrunas de la Gran Depresión, en el Sur los pobres padecían pelagra, cuya manifestación más típica es la inflamación de la piel del cuello (signo que lleva el nombre de collar de Casal, el médico español que fue el primero que describió esta enfermedad carencial por déficit de niacina; en el siglo XVIII entre el campesinado asturiano).
Esta que traigo aquí no se trata de una de las escenas más importantes de Birdman, pero me parece un ejemplo muy significativo del cambio que ha experimentado la percepción del bronceado artificial en la sociedad. La escena ayuda a caracterizar como un “friqui” al que daña su piel con este artefacto pero, además, el actor lo hace para poder representar mejor a la clase social más baja, la que muestra estigmas de su condición de “gente de la tierra” en el daño causado por el sol en su piel. Creo que las cabinas ultravioleta nunca tuvieron una publicidad negativa más demoledora.
Reconforta comprobar que algo estamos consiguiendo los dermatólogos para la procripción de estas diabólicas maquinas (la Organización Mundial de la Salud desaconseja utilizar la radiación ultravioleta artificial, pues la considera un carcinógeno para la piel humana de nivel máximo). Pero no se debe descansar en esta lucha de educación sanitaria: en la más reciente actualidad ha sido noticia que nuestra Academia Española de Dermatología y Venereología protestó por la existencia de un juguete que podía incitar a los niños a utilizar estos bronceados artificiales. Como en el caso de la lucha contra el tabaco, es necesario revertir la imagen atractiva del uso social del carcinógeno. Cuando perdieron su imagen glamourosa, tanto el tabaco como el bronceado artificial, empezaron a perder la batalla. La fotoprotección de la población puede llegar a ser cuestión de estado; hace pocas semanas escuchamos a la Reina Leticia en la inauguración del Simposio Mundial de Cáncer Cutáneo en Madrid decir: “estar morenos no es estar guapos”.