El odio en los tiempos de la lepra

Si cambiásemos así el título de la novela de García Márquez (El amor en los tiempos del cólera) nos saldría Ben Hur, una historia muy anterior, pero a la que este título podría servir bien, pues desarrolla una historia de odio en un momento histórico fundamental y tiene a la lepra en el argumento.

                                        QUINTUS ARRIUS:

Tus ojos están llenos de odio, cuarenta y cuatro. Eso está bien. El odio mantiene vivo a un hombre. Le da fuerza.

(Ben Hur. 1959)

Se acaba de estrenar una nueva película que adapta el novelón de 1880 de Lew Wallace. Esta historia ha fascinado a generaciones (uno de los libros más vendidos de todos los tiempos y gran éxito en sus adaptaciones al cine de 1925 y 1959). Aunque el pensamiento más positivo que puede escribirse sobre este último Ben Hur, dirigido por Timur Benkametov, es que al compararse con la película muda de Fred Niblo, y con la más conocida de William Wyler, dará una afortunada oportunidad para el análisis de la evolución del cine espectacular en cuanto a sus aspectos técnicos y los sociológicos (desde el esfuerzo titánico de una costosísima producción del esplendor del cine mudo, a un cine ya en competencia con la televisión, para terminar con un “blockbuster” propio de nuestro mundo digital). Pero toda valoración artística de esta última película la sitúa muy alejada del escalafón de películas “míticas” en el que están las dos anteriores .

Aunque no hayan logrado revestir con buen cine la sólida estructura que la historia proporciona, encuentro en esta última versión un novedoso tratamiento en el guión, que diferencia al argumento de 2016 de los de 1925 y 1959. Incluso le enmienda la plana al general Lew Wallace, autor de la novela. Se atreve esta película a intentar solucionar una incongruencia que podía achacarse a las anteriores versiones. Sabemos que las películas sobre Ben Hur prometen espectacularidad, acción y aventura, pero parece casar mal con una historia de inspiración cristiana, situada en paralelo a la del mismo Jesús, el que la idea que hace avanzar la narración sea la búsqueda de venganza de Ben Hur sobre Messala, dentro de una dinámica de violencia que se recorre hacia el momento de clímax de la muerte del amigo traidor. Pero se entenderá que si un guión altera este combustible de odio, el resultado será una película muy distinta (aunque a riesgo de gripar el motor).

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Aquí es cuando hay que hablar del autor de la novela y de su inspiración al escribirla. La novela del militar y político norteamericano Lew Wallace, al que su ajetreada vida le llevó a participar de manera decisiva en la Guerra de Secesión y luego a colaborar con el ejército mexicano, guarda concomitancias con la biografía de su autor. Porque el general Lew Wallace confesaba una tardía conversión al cristianismo suscitada por la curiosidad de estudiar la historia sagrada después de una vida de agnóstico guerrero; un proceso que dio lugar la novela “Ben Hur. Un relato de Cristo”. Así, la historia de Ben Hur se desarrolla en la contraposición entre la idea de liberación del los judíos de la opresión romana por la acción política y el choque armado (lo que propugnaba el grupo de los zelotas), frente a la salvación que ofrece el sacrificio de Jesús.

Es evidente que ni la película de Niblo ni la Wyler quisieron jugársela totalmente a la carta espiritual y lo mejor de ambas películas es la poco piadosa carrera de cuádrigas (la película muda de 1925 logró una trepidante carrera de cuádrigas que se rodó durante tres meses y costó la vida a decenas de caballos y a varias personas, pues el esfuerzo por satisfacer al espectador en la primera etapa del cine era algo más serio que el de las imágenes generadas por computadora). En la película reciente la carrera de cuádrigas, como no podía ser de otra manera, es también punto clave, incluso desde el principio, pero algo esencial la diferencia de las anteriores. Evitaremos un “spoiler” si decimos que en la novela original Messala no moría en la carrera de cuádrigas, si no más tarde, pero que en la última versión no solamente se altera el desenlace respecto a las otras películas, si no que también se corrige el argumento de la novela original de una manera que hace más coherente la historia y deja al odio sin su dominancia en la trama.

Tema aparte es que guste o no este cambio, pues a los espectadores nos encanta odiar en el cine, y las incoherencias no suponen gran problema para el goce de las primeras versiones; harían falta más aciertos de guión y de realización para que la idea de la última película funcionase. Es notable cómo algunos de los mayores logros en el cine se obtienen por la confluencia de las aportaciones de múltiples creadores. Ese fue el caso de la conocidísima película de Wyler de 1959, cuyo guión fue reelaborado profusamente por tantas manos, entre las que sobresalen los nombres de Karl Tumberg, Gore Vidal, Maxwell Anderson, S.N. Behrman y Christopher Fry, que no extrañará que en aquella versión se incluyan ingredientes tan dispares como espiritualidad, aventura o erotismo. En contraste con ella, encontramos que, esta vez, al Ben Hur de 2016 no le ha favorecido una fidelidad monoteísta.

LA LEPRA EN BEN HUR

Históricamente lepra y estigma han ido juntos. Así, la repercusión social de esta enfermedad ha convertido el término “leproso” en sinónimo de marginado, condenado al aislamiento por el temor al contagio. Este sufrimiento del leproso forma parte de la historia que cuenta Ben Hur, pero son las películas de Niblo y Wyler las que mejor lo describen. Y creo que es en la película muda donde encontramos los mejores momentos que retratan el efecto socialmente demoledor de la lepra (como cuando la madre leprosa se acerca a Ben Hur dormido y ajeno a su presencia). Hay que recordar que en aquellos tiempos, 1925, faltaba aún mucho para que se pudiera curar la lepra, aunque ya no fuese un problema importante en los países más desarrollados.

El dermatólogo piensa que la nueva versión desarrolla poco la trama de la lepra, pues ni siquiera aparece el “Valle de los Leprosos”, evocador lugar que transmitía la terrible vida a que condenaba la enfermedad. La nueva película parece que no necesite explicar al espectador el drama familiar que causaba la lepra (y que hoy día sigue causando en muchos lugares), o quizá no han encontrado otra manera de no repetir a las otras versiones que abreviar en el argumento el impacto de la lepra. Un error, pues ello resta fuerza a los sucesos siguientes.

                      MADRE DE BEN HUR:

Los leprosos pertenecemos al mundo de los muertos

(Ben Hur, 1925)

ALGUNAS PREGUNTAS SOBRE LA LEPRA

¿Qué es la lepra?

Es una enfermedad infecto-contagiosa crónica (son crónicas las infecciones que se prolongan durante meses o años). Afecta principalmente a la piel, y también a los nervios periféricos, las vías respiratorias superiores y los ojos. Si no se trata, la enfermedad progresivamente puede causar daños irreparables en piel, nervios, extremidades y ojos.

¿Es muy contagiosa la lepra?

Se considera una enfermedad poco contagiosa (de baja transmisibilidad). El contagio es de persona a persona por contacto directo estrecho y frecuente con enfermos que no estén tratados. Las gotas de secreciones nasales y orales pueden transmitirla. No se ha demostrado contagio por la piel.

El bacilo que causa la enfermedad, el Mycobacterium leprae, fue descubierto por el noruego Hansen en 1874; por aquellos años fue escrita la novela Ben Hur.

¿Se cura la lepra?

La lepra se cura. Se trata con una combinación de antibióticos, y el tratamiento a tiempo previene las secuelas que puede provocar. Este tratamiento se realiza de forma ambulatoria. Como la micobacteria causante tiene una reproducción lenta, el tratamiento debe cumplirse durante un tiempo largo, entre seis meses y un año (el propuesto por la OMS).

En los últimos 20 años, unos 20 millones de personas se han curado de la lepra, y globalmene la lepra se ha ido controlando (en 2014 los casos nuevos notificados en el mundo fueron 213.899, lo que supone 0,3 por 10.000 personas), pero persisten focos en los que es endémica. El 83% de los casos registrados se concentran en India, Brasil y Birmania (1).

¿Qué aspecto tiene un leproso?

Por lo general la lepra no altera el aspecto de los enfermos. Solamente los que no han sido tratados correctamente puede sufrir deformidades en cara o extremidades. La afectación en la piel es en forma de manchas blancas o rojas, que tienen una menor sensibilidad, y, en algunos casos, bultos y engrosamiento de la piel. También puede engrosar los nervios periféricos.

¿Por qué el temor al leproso?

La lepra ha conllevado un estigma social milenario. Prejuicios arcaicos sobre la enfermedad y un tabú de origen cultural, larvado en la historia, son causa de temor. La enfermedad está íntimamente asociada a la pobreza. En los países en que aún es un problema de salud pública la asistencia psicosocial de los enfermos es tan importante como el tratamiento médico (2). La lepra conlleva una destrucción de familias en muchos casos.

¿Hay lepra en España?

En España la lepra ha dejado de ser un problema de salud pública. Pero cada año se registran unos pocos casos, casi siempre importados.

En la dermatología española es destacable la labor para la erradicación de la lepra que realiza desde principios del siglo XX la Asociación Fontilles y su sanatorio (3). En la actualidad sigue dando atención sanitaria a personas mayores y dependientes, y mantiene proyectos de cooperación al desarrollo e investigación en esta enfermedad.

“La lepra es una enfermedad muy difícil, cierto, pero no es tan dolorosa como el dolor de ser rechazado por la gente, de ser indeseado, descuidado o simplemente abandonado”

(Santa Teresa de Calcuta)

REFERENCIAS

1- Leprosy: global situation http://www.who.int/lep/situation/en Accedido el 18 sept 2016

2- Sermrittirong S, Van Brakel WH. Stigma in leprosy: concepts, causes and determinants Lepr Rev 2014; 85: 36 – 47

3- Terencio de las Aguas J. Centenario del sanatorio de Fontilles. Actas Dermosifiliogr 2009; 100: 362-73

 

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