
En la anterior entrada del blog tomé como punto de partida a la dermatología para tratar una incipiente tendencia de las tecnologías de uso personal: los implantes de dispositivos tecnológicos en la piel. Ésta es el órgano que ofrece un alojamiento más inmediato para que los dispositivos cibernéticos se integren en nuestro organismo y constituir un cíborg humano. Pero podemos imaginar que existe otro órgano en el que las manipulaciones con implantes tecnológicos habrían de resultar más sensibles: el cerebro. Es la progresión de la tecnología hacia una inteligencia artificial que perfeccione nuestro cerebro, incluso desde dentro del mismo, la que abre posibilidades que resultan más difíciles de imaginar.
Ello nos lleva, en términos futuristas, al concepto de la singularidad tecnológica con base en la ley sobre las tecnologías con crecimiento exponencial de Moore. La singularidad tecnológica se plantea como el punto de la evolución humana en el que la tecnología desarrollaría una forma de inteligencia tal que a partir de entonces no fuesen válidos los fundamentos de la evolución que hasta entonces ha seguido la humanidad. Un salto desde nuestros cerebros hacia otra cosa.
La superación del límite de nuestros cuerpos mediante la tecnología es actualmente objeto de especulación científica y filosófica, pero creo que es justo destacar cómo la literatura fantástica lo ha tratado desde princios del siglo XX. En cuanto a la creación de una inteligencia artificial, fue mi querido Stanislav Lem uno de los pioneros en abordarla desde la ficción científica. Tituló Ciberidada (1965) su ya clásica recopilación de relatos de ciencia ficción.
Puesto que literatura y cine han especulado acerca de un futuro de la humanidad en el que el cíborg sea quizá un paso intermedio, quiero aquí apuntar los que son para mi cinco hitos de ficción profética que tratan las principales cuestiones en torno al concepto cíborg. También señalaré, para no perder comba dermatológica, si tienen algo que ver con la piel. En orden cronológico son las siguientes obras:
- El robot del relato El Hombre del bicentenario (Isaac Asimov, 1976): El protagonista es una máquina sin composición biológica, pero con inteligencia artificial y una conciencia que le lleva a aspirar a ver reconocidas socialmente sus facultades humanas. Esta idea ha fundamentado posteriores ficciones protagonizadas tanto por robots como por ciborgs. La historia sugiere un conflicto hombre-androide y la subversión del concepto de dignidad humana.
- Darth Vader (La Guerra de las Galaxias, 1977). La genialidad en la creación de este villano reside en lo inquietante que nos resulta ir comprendiendo que se trata de un cíborg, y que es completamente humana su maldad. George Lucas no nos enseña su piel, ni su voz; no sabremos aquí qué otras partes de él también son humanas.
- Los replicantes de la Serie Nexus. (Blade Runner, Ridley Scott, 1982). En Los Ángeles, año 2019 (en la novela aún era antes), una sociedad post-apocalíptica que llegó a una perfeccionadísima fabricación de humanoides mediante ingeniería biológica, pero que luego los ha considerado amenazadores y se dedica a “retiralos”. Como seres que son piel de nuestra piel, carne de nuestra carne (el artificio es biológico, no mecánico), aquí ya se plantea el conflicto en el terreno neurológico y emocional: lo único que puede distinguir a un replicante de un humano “natural” es un sutil test de empatía.
- Los hackers del ciberespacio y héroes ciberpunk (Neuromante, de William Gibson, 1984): En este libro se acuñó la palabra ciberespacio, una realidad virtual a la que pueden conectarse las mentes. La novela va un paso más allá de las manipulaciones de cuerpo, las modificaciones que más importan son las de las mentes, mediante chips implantados en la piel y mediante fármacos administrados a través de la piel. El paso desde la dimensión del espacio neurológico individual al ciberespacio preconiza un futuro que, tres décadas después de publicarse el libro, resulta cada vez más verosímil.
- El Robocop (Robocop, James Cameron, 1987). El protagonismo absoluto de la película es para un cíborg clásico, integrado por partes mecánicas que restauran los desperfectos sufridos por el cadáver de un policía. Se plantea aquí una variante de resurrección, que es un gran éxito en la funcionalidad corporal (aunque solamente conserva la piel de su cara), pero resulta un poco defectuosa en el plano de la conciencia; el cíborg se ve asaltado por los recuerdos y por las costumbres del policía muerto. Este conflicto de su confusa toma de conciencia da brillo a la que es más que una película de acción.
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