Ultraje ultravioleta. Birdman
Atentos a esta escena de Birdman (aunque no analizaré aquí la película con el guión más inteligente de las que he visto esta temporada (más…)
Dermatólogo. Alergólogo. Estética-----Igualatorio--C/Castilla 10, Bajo. Santander, Cantabria. PIDA CITA
Hemos visto por fin la mejor película europea del año (como opinión subjetiva, pero compartida por ingente número de sujetos críticos): la polaca Ida. Por exigencia de brevedad no pasaremos aquí de un análisis epidérmico de la misma.
En esta película en blanco y negro y formato deliberadamente anticuado la novicia Ida (Agata Trzebuchowska) es silenciosamente elocuente en su determinación de realizar los votos religiosos, pero se encuentra en un momento en el que siente la necesidad de saber de dónde viene para poder decidir quién va a ser. Para ello habrá de salir unos días del convento y encontrarse con el único pariente que le queda, su tía (Agata Kulesza). En paralelismo con la torturada historia de su país, la historia integra con insólito acierto varias capas temáticas: indagación en la fe (la católica o la comunista), las maneras de amar, la esterilidad del odio. A modo de pequeña road movie con una tía y una sobrina embarcadas en un viaje en oposición que resulta iniciático para las dos, pero con un final también opuesto para cada una. Ida ve retratado el mundo que estaba fuera del convento: la Polonia en dictadura cruel y las heridas sin curar de la barbarie de la guerra y el genocidio de los judíos. Va de suyo que el mundo extramuros también tiene una vida que ofrecer a la joven protagonista, y se atisba que esta pudiera ser mejor que la que ha proporcionado a su tía. Y apuntaremos aquí el detalle de que la única música religiosa que escuchamos en la película es la de Coltrane, por cierto, el más religioso de los músicos de jazz.
Llegamos aquí al análisis cutáneo: la piel de la hermosa novicia de dieciocho años se clasifica dentro de lo que en dermatología llamamos un fototipo uno (además pelirroja, según dice un diálogo). La contraposición de la vida de la tía: fumadora constante, con accesos de alcoholismo y promiscuidad sexual y la que se obstina en mantener la sobrina novicia destaca elementos de gran significado para la película (y para la piel): el tabaco y el alcohol. Y, por supuesto, añadiremos que en la diferencia de vidas también se encuentra la fotoexposición. Si dejamos aparte los otros hábitos de la tía, es siempre la vida mundana una vida mucho más expuesta a la radiación solar que la vida monástica, incluso en Polonia. También el sol aparece en la encrucijada vital de la joven protagonista. Sobra decir que un dermatólogo sensato preconizará un disfrute sensato de la actividad en el exterior, aunque sea la restricción de sol extrema una respetable opción de vida. Y no creo que la opinión esté sesgada por mi profesión si me atrevo a decir que los planos finales (que no arruinaré a nadie), en una última paradoja de la película, tratan el cutis con una profundidad que acerca esta película a la genialidad de Dreyer.